La IA se esta fusionando en una sola. Será peligroso?

Nvidia, OpenAI, Google y Microsoft forjan alianzas y acuerdos, la IA será un monstruo interconectado¡

Inteligencia Artificial24/11/2025 Miguel Angel Ducci
Entrenar la IA
Las IA serán finalmente una sola.

El origen de esta historia, como tantas otras en el mundo tecnológico, apunta a Elon Musk. A comienzos de la década de 2010, el empresario advirtió que la inteligencia artificial avanzaba rápidamente hacia convertirse en una de las tecnologías más influyentes de la historia. Al mismo tiempo, temía que, si su desarrollo quedaba en manos de corporaciones motivadas exclusivamente por el lucro, podría derivar en riesgos significativos para la humanidad.

Musk fue uno de los primeros inversionistas de DeepMind, el laboratorio británico que entonces lideraba la carrera por la inteligencia artificial general. Sin embargo, tras la adquisición de la compañía por parte de Google en 2014, el multimillonario decidió cortar vínculos con la firma. Consideraba imprescindible impulsar una alternativa cuyo objetivo principal fuera el beneficio social, no económico. Con esa premisa, contribuyó a fundar OpenAI.

Una década después, el panorama es muy distinto.

OpenAI alcanza hoy valoraciones que oscilan entre los 500 mil y los 750 mil millones de dólares, y su estructura con fines de lucro opera bajo el modelo de corporación de beneficio público. Paralelamente, Musk —la mayor fortuna del planeta— encabeza xAI, su propia empresa dedicada al desarrollo de inteligencia artificial avanzada.

El ideal de laboratorios sin fines de lucro parece ya parte del pasado. Y aun así, pocos visionarios o escépticos de aquella época habrían anticipado que el desarrollo de la IA más avanzada terminaría concentrado en un solo conglomerado global, estrechamente entrelazado y con un fuerte énfasis en la rentabilidad.

Ese es el escenario actual. Y lo más preocupante es que este entramado de empresas y alianzas está parcialmente financiado por potencias extranjeras y cuenta con el respaldo del propio gobierno estadounidense, cuya estrategia parece privilegiar la competencia global por encima de la seguridad.

El resultado es una compleja y ornamentada red de asociaciones, fusiones, acuerdos de financiamiento, programas gubernamentales e inversiones estratégicas que mantiene interconectado el destino de prácticamente todos los grandes actores de la industria de la inteligencia artificial.

A esta estructura difusa y en expansión la llamo The Blob (“la masa amorfa”), una entidad sin límites claros que concentra influencia, recursos y poder en niveles nunca antes vistos en el sector tecnológico.

La caja negra de la IA


Un recuento completo de las conexiones entre todas estas entidades excede con creces el espacio disponible aquí. Incluso elaborar una lista simplificada exige recurrir a la misma tecnología que intentamos describir: la inteligencia artificial. Lo admito, lectoras y lectores: pedí ayuda a GPT-5 para obtener una visión más amplia del panorama. “Me está dando vueltas la cabeza”, escribí, dejando de lado el orgullo para solicitarle a este sofisticado —y a veces engreído— modelo una enumeración exhaustiva de acuerdos, inversiones, alianzas y programas gubernamentales vinculados al ecosistema de la nube.

La respuesta tardó dos minutos y 35 segundos, una eternidad para un modelo lingüístico normalmente veloz. “No te equivocas al decir que marea”, respondió el sistema con su característica cortesía automática. “Es, básicamente, una gigantesca máquina circular de dinero y capacidad de cómputo”. Nota para GPT: los análisis los hago yo; tú no escribes este artículo.

Superado el impulso de editorializar, GPT-5 entregó varios miles de palabras acompañadas de diagramas de flujo, flechas y referencias cruzadas a docenas de acuerdos, incluida la ya célebre iniciativa Stargate, que integra a OpenAI, Oracle, Nvidia, SoftBank y un fondo de inversión de Abu Dabi, todo ello con respaldo del gobierno de Estados Unidos.

Esta semana hemos conocido un caso más reciente

Un complicado acuerdo en el que participan Nvidia, Microsoft y Anthropic. El comunicado de prensa de Microsoft lo resume en tres líneas, como un verso mediocre de Allen Ginsberg:

"Anthropic escalará Claude en Azure / Anthropic adoptará la arquitectura de NVIDIA / NVIDIA y Microsoft invertirán en Anthropic".

El acuerdo tiene las características de lo que los críticos llaman un acuerdo circular, por el que el dinero va y viene entre empresas antes de que intervenga un solo cliente. Microsoft está invirtiendo al menos 5,000 millones de dólares en Anthropic (rival directa de OpenAI, socia clave de Microsoft) y Anthropic se ha comprometido a comprar computación por valor de 30,000 millones de dólares de la nube de Microsoft. Mientras tanto, Nvidia invierte en Anthropic, que se compromete a desarrollar su tecnología en chips Nvidia. ¡Puf! Nvidia se mete de lleno en el negocio de sus clientes. Microsoft se protege de su anterior dependencia de OpenAI. Y la valoración de Anthropic salta a 350,000 millones de dólares. Hace apenas dos meses, estaba valorada en 183,000 millones de dólares.

Anthropic no ha hecho comentarios sobre el acuerdo más allá de un comunicado de prensa, remitiendo a los periodistas a un video en el que los tres CEO explican el acuerdo. Los jefes de la hiperescala participan a distancia; estos acuerdos son tan rutinarios que, al parecer, no vale la pena subirse a un avión para anunciarlos en persona. En el video, Satya Nadella, de Microsoft, aparece en el centro, radiante como el gato de Cheshire mientras invoca lo que podría ser el eslogan de The Blob: "Cada vez seremos más clientes los unos de los otros". Mientras expone los detalles, los demás asienten con la cabeza. A la izquierda, el Director General de Anthropic, Dario Amodei. Anthropic no tiene su propia nube ni un flujo de ingresos no relacionado con la IA como Google, Microsoft o Meta, así que ahora ha añadido Microsoft a sus anteriores acuerdos de acciones por computación con Amazon y Google. Truco de sombrero.

Jensen Huang, de Nvidia, con su característica chaqueta de cuero, califica el acuerdo de "sueño hecho realidad" y explica que llevaba tiempo observando a Anthropic y que está encantado de añadir la empresa a su abultado libro de acuerdos. "Estamos en todas las empresas de todos los países", asegura. "Ahora esta asociación de los tres nos permitirá llevar la IA, Claude, a todas las empresas, a todos los sectores, en todo el mundo".

En lugar de desatar una jauría de rabiosos cazadores de confianza contra esta multitud, la administración actual la está animando. Incluso cuando están en juego cientos de miles de millones de dólares, el presidente no se pregunta "¿Cómo puede perjudicar esto al público?", sino "¿Cómo puedo conseguir una parte de eso?". Ahora, Nvidia puede vender chips a China. Los saudíes, que han financiado numerosos proyectos de inteligencia artificial en Estados Unidos, han acordado comprar chips para crear su propia versión de la IA Blob. Con el tiempo, si las cosas les van bien, las empresas saudíes competirán con las estadounidenses.

En cuanto al futuro, existe un riesgo evidente: si la burbuja financiera de la inteligencia artificial llega a estallar —o incluso a desinflarse—, la estructura del Blob implica que todo el sector caería con ella. La hiperconexión entre empresas, inversiones y proyectos hace que un tropiezo de uno se convierta rápidamente en el tropiezo de todos.

Lo advirtió esta semana el propio CEO de Google, Sundar Pichai: “Ninguna empresa va a ser inmune, incluidos nosotros”. Una declaración que refleja la fragilidad de un ecosistema donde la interdependencia es tan grande como el entusiasmo inversor que lo sostiene.

En cierto sentido, no se puede culpar por completo a estas grandes compañías.

Probablemente preferirían operar sin quedar atrapadas como coágulos dentro del Blob. Sin embargo, la carrera por desarrollar inteligencia artificial a hiperescala supera incluso la capacidad individual de las mayores corporaciones del planeta.

“Creo que ninguno de nosotros imaginó cuán reales serían finalmente las leyes de escalamiento ni la magnitud de capacidad de cómputo que exigirían estos modelos”, reconoce un ejecutivo de una de las entidades clave del sector. El resultado, explica, es evidente: “Todos nos hemos convertido en empresas de infraestructura y construcción”.

El costo de capital que implica levantar kilómetros de centros de datos obliga a sellar alianzas. Y al mismo tiempo, coloca a quienes entrenan y operan modelos de lenguaje en una suerte de relación poliamorosa con los proveedores de nube.

Por eso el Blob no debe interpretarse como un cártel tradicional. No hay señales claras de prácticas como la fijación de precios ni de colusión explícita. La competencia entre los desarrolladores de modelos de IA es, de hecho, feroz. Esta misma semana, Google presentó una versión mejorada de su modelo Gemini, que parece haber tomado la delantera, aunque habrá que ver cuánto dura antes de que ChatGPT, Claude o Grok respondan con nuevas actualizaciones. En el caso de Nvidia, sus motivaciones también son comprensibles: intenta evitar la mercantilización de sus productos y retener clientes es, simplemente, una estrategia lógica.

Aun así, la escena observada esta semana resulta ilustrativa: varias de las figuras más influyentes de la IA se reunieron en la Casa Blanca para rendir homenaje a Mohammed bin Salman, el polémico príncipe heredero saudí que hoy actúa como uno de los mayores inversionistas del sector. ¿Acuden estos líderes a Washington por invitación de Trump para mostrar sus avances y reforzar relaciones? Sin duda. Pero también lo hacen como miembros fundadores del Blob, una red de poder que —incluso sin proponérselo— ya trasciende las rivalidades internas.

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