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La IA una entidad que "piensa", "siente" e incluso se preocupa...?
Tecnología27/09/2025 Akura NoyomotoCon el auge de los chatbots impulsados ​​por inteligencia artificial (IA), la tendencia a humanizar la tecnología se ha intensificado, ya sea mediante comparaciones con la medicina, símiles conocidos o escenarios distópicos. Aunque lo que subyace a la IA no es más que código y circuitos, los medios de comunicación suelen presentar los algoritmos como poseedores de cualidades humanas. Entonces, ¿qué perdemos y qué ganamos cuando la IA deja de ser un mero dispositivo y se convierte, lingüísticamente hablando, en un alter ego humano.
Un artículo del periódico español El País presentó el modelo chino de IA DeepSeek como un "cerebro digital" que "parece comprender con bastante claridad el contexto geopolítico de su nacimiento". Esta forma de escribir sustituye la jerga técnica (modelo fundacional, parámetros, GPU, etc.) por un órgano que todos reconocemos como el núcleo de la inteligencia humana. Esto tiene dos resultados. Permite comprender la magnitud y la naturaleza de la tarea ("pensamiento") realizada por la máquina. Sin embargo, también sugiere que la IA tiene una "mente" capaz de emitir juicios y recordar contextos, algo que actualmente dista mucho de la realidad técnica.
Esta metáfora encaja en la clásica teoría de la metáfora conceptual de George Lakoff y Mark Johnson, que sostiene que los conceptos ayudan a los humanos a comprender la realidad y les permiten pensar y actuar. En el contexto de la IA, esto significa que convertimos habilidades complejas y abstractas («computación estadística») en habilidades familiares («pensamiento»).
Si bien puede ser útil, esta tendencia corre el riesgo de oscurecer la diferencia entre la correlación estadística y la comprensión semántica. Refuerza la ilusión de que los sistemas informáticos realmente pueden "saber" algo.
En febrero de 2025, ABC publicó un reportaje sobre la "IA emocional" que planteaba la pregunta: "¿Llegará el día en que sean capaces de sentir?". El texto relataba los avances de un equipo español que intentaba dotar a los sistemas de IA conversacionales de un "sistema límbico digital".
Aquí, la metáfora se vuelve aún más atrevida. El algoritmo ya no solo piensa, sino que también puede sufrir o sentir alegría. Esta comparación dramatiza la innovación y la acerca al lector, pero conlleva errores conceptuales: por definición, los sentimientos están vinculados a la existencia corporal y a la autoconciencia, algo que el software no puede tener. Presentar la IA como un "sujeto emocional" facilita exigirle empatía o culparla de crueldad. Por lo tanto, desplaza el enfoque moral de quienes diseñan y programan la máquina a la máquina misma.
Los robots humanoides se presentan a menudo en estos términos. Un informe de El País sobre la iniciativa china de crear androides para el cuidado de personas mayores los describió como máquinas que "cuidan de sus mayores". Al decir "cuidan", el artículo se refiere al deber de la familia de cuidar a sus mayores, y el robot se presenta como un familiar que brindará la compañía emocional y la asistencia física que antes proporcionaban la familia o el personal de enfermería.
Esta metáfora del cuidador no es del todo negativa. Legitima la innovación en un contexto de crisis demográfica, a la vez que calma los temores tecnológicos al presentar al robot como un apoyo esencial ante la escasez de personal, en lugar de una amenaza para el empleo.
Sin embargo, podría interpretarse como una forma de ocultar las cuestiones éticas que rodean la responsabilidad cuando el trabajo de cuidado lo realiza una máquina gestionada por empresas privadas, por no mencionar la ya precaria naturaleza de este tipo de trabajo. El asistente médico
En otro informe de El País, se presentaron grandes modelos lingüísticos como un asistente médico o una "extensión", capaz de revisar historiales médicos y sugerir diagnósticos. La metáfora del "bisturí inteligente" o el "residente incansable" posiciona a la IA dentro del sistema sanitario como un colaborador de confianza, no como un sustituto.
Este marco híbrido —ni un dispositivo inerte ni un colega autónomo— fomenta la aceptación pública, ya que respeta la autoridad médica a la vez que promete eficiencia. Sin embargo, también abre debates sobre la rendición de cuentas: si la "extensión" comete un error, ¿la culpa recae en el profesional humano, en el software o en la empresa que lo comercializa?
Más que un simple adorno, estas metáforas cumplen al menos tres funciones.
1- En primer lugar, facilitan la comprensión. Explicar las redes neuronales profundas requiere tiempo y jerga técnica, pero hablar de "cerebros" es más fácil de digerir para los lectores.
2- En segundo lugar, crean dramatismo narrativo. El periodismo prospera con historias con protagonistas, conflictos y desenlaces. La humanización de la IA crea estos, junto con héroes y villanos, mentores y aprendices.
3- En tercer lugar, las metáforas sirven para formular juicios morales. Solo si el algoritmo se asemeja a un sujeto se le puede exigir responsabilidades o reconocer su mérito.
Sin embargo, estas mismas metáforas pueden obstaculizar la deliberación pública. Si la IA "siente", es lógico que deba ser regulada como lo son los ciudadanos. Del mismo modo, si se considera que posee una inteligencia superior a la nuestra, parece natural que aceptemos su autoridad.
Eliminar estas metáforas sería imposible, y no es algo que debamos buscar. El lenguaje figurado es la forma en que los seres humanos comprendemos lo desconocido, pero lo importante es usarlo críticamente. Para ello, ofrecemos algunas recomendaciones para escritores y editores:
1- Primero, es importante añadir contrapesos técnicos. Esto significa, tras introducir la metáfora, explicar breve pero claramente qué hace y qué no hace el sistema en cuestión.
2- También es importante evitar otorgar a la IA una autonomía absoluta, similar a la humana. Esto significa que frases como «la IA decide» deben matizarse: ¿el sistema «recomienda»? ¿El algoritmo «clasifica»?
3- Otra clave es mencionar fuentes humanas responsables. Nombrar a desarrolladores y reguladores nos recuerda que la tecnología no surge de la nada.
4- Asimismo, debemos diversificar las metáforas y explorar imágenes menos antropomórficas, por ejemplo, «microscopio» o «motor estadístico», que pueden enriquecer la conversación.
Si bien la "humanización" de la inteligencia artificial en la prensa ayuda a los lectores a familiarizarse con la tecnología compleja, cuanto más se asemeja la IA a nosotros, más fácil es proyectar miedos, esperanzas y responsabilidades en servidores y líneas de código. A medida que esta tecnología se desarrolla, la tarea de los periodistas, así como la de sus lectores, será encontrar un delicado equilibrio entre el poder evocador de la metáfora y la precisión conceptual necesaria para seguir manteniendo debates informados sobre el futuro./theconversation
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