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La entrega final de la exitosa serie de Netflix deriva hacia una conclusión bastante predecible, aunque con la aparición inesperada de una superestrella.
Mundo14/09/2025 Milenka SweetLa temporada final de El juego del calamar, la exitosa serie internacional de Netflix, se llama oficialmente Temporada 3. Pero ¿a quién queremos engañar? Los seis episodios que cierran esta serie se parecen mucho a una extensión de los siete episodios que se emitieron a principios del año como Temporada 2, con los mismos personajes, todavía en medio de la misma competencia mortal. No se introduce nada nuevo en la recta final de El juego del calamar. El guionista y director de la serie, Hwang Dong-hyuk, se limita a conectar los últimos puntos. No sorprende, pues, que la tercera temporada resulte tan rutinaria y desalentadora.
Esta nueva tanda de episodios comienza con el protagonista de la serie, Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), completamente desmoralizado. En la primera temporada, había sobrevivido a un torneo secreto en una isla misteriosa —donde los perdedores mueren y el ganador final se lleva una fortuna— para entretenimiento de los vip, hombres obscenamente ricos. Gi-hun, conmocionado por la experiencia, intenta encontrar y desenmascarar a quienes financian el torneo en la segunda temporada, para luego decidir que la única manera de destruir la operación sería desde adentro, compitiendo de nuevo.
La temporada terminó con un grave error de cálculo de Gi-hun, quien intentó liderar a otros jugadores en una revuelta armada contra los guardias y jefes de los juegos, sin saber que uno de sus supuestos aliados, Hwang In-ho (Lee Byung-hun), en realidad era el director de la operación, el “Líder”, quien permanecía incógnito para vigilarlo de cerca.
Al mismo tiempo, el hermano de In-ho, Hwang Jun-ho (Wi Ha-jun) —un exdetective de la policía que trabaja con Gi-hun para acabar con los juegos para siempre— seguía buscando la isla, sin saber que el capitán del barco que había alquilado estaba asociado con el Líder y lo alejaba de su objetivo.
Es posible que no fuera la mejor idea regresar a In-ho a sus funciones de Líder al final de la segunda temporada, separándolo del ahora abatido Gi-hun. Uno de los elementos más gratificantes de la segunda temporada fueron las conversaciones entre In-ho, un misántropo cínico que fingía ser un humano compasivo, y Gi-hun, un idealista feroz decidido a demostrarles a los amos del juego que las personas no son intrínsecamente codiciosas, egoístas y con poca visión. Con In-ho fuera de juego y Gi-hun desinflado, la tercera temporada pierde algo de sustancia desde el inicio.
La tercera temporada también tiene la carencia de la naturaleza de los juegos, que están diseñados para reducir los competidores de cientos a un puñado, lo que significa que varios personajes importantes se pierden en el camino. Quedan tres juegos en el torneo cuando empieza la temporada, y al final de las dos primeras, casi todos los jugadores simpáticos, además de Gi-hun, han sido eliminados, a menudo en momentos de ironía enfermiza o desesperación trágica.
Dicho esto, los juegos siguen siendo la atracción principal de El juego del calamar, y Hwang y su equipo dedican gran parte de su energía y presupuesto a crear escenarios visualmente impresionantes y oscuramente fascinantes. Incluso cuando la historia y los temas más grandes flaquean, los escenarios suelen funcionar.
El estreno de la temporada introduce el cuarto juego del torneo, que se desarrolla principalmente en el segundo episodio. Tras un sorteo aleatorio, los jugadores se dividen en dos equipos para jugar al escondite dentro de un elaborado laberinto salpicado de pintura de neón. El equipo rojo, equipado con cuchillos, es el cazador, y debe ejecutar al menos a un miembro del equipo azul antes de que se acabe el tiempo. El equipo azul, equipado con llaves, puede abrir puertas que podrían conducir a nuevos escondites o a una salida segura.
Hwang organiza los equipos para conseguir el mayor dramatismo. El jugador 007 (Yang Dong-geun), una persona profundamente endeudada, está en el equipo rojo, mientras que su madre, la jugadora número 149 (Kang Ae-sim), es del equipo azul. La jugadora 222 (Jo Yu-ri), quien está embarazada, es inicialmente del equipo rojo, mientras que el jugador número 333 (Im Si-wan), el padre de su hijo, es del azul, pero él la convence para que intercambien de equipo con el fin de ayudarla a sobrevivir. Gi-hun, quien se ha esforzado por salvar a todas esas personas, está en el equipo rojo, donde tendrá que matar.
Se generan un montón de complicaciones, sobre todo después de que la jugadora 222 comience la labor de parto. Al final, la jugadora 149 se ve obligada a apuñalar a su hijo para evitar que mate a la jugadora 222. Pero el momento más perturbador del episodio se produce cuando el jugador 333 mata a la heroica concursante trans, número 120 (Park Sung-hoon), quien había encontrado una de las salidas pero regresó para ayudar a escapar a sus amigos. Este tipo de muertes son inevitables en El juego del calamar, pero la eliminación de la jugadora 120 marca el comienzo de una racha de pérdidas especialmente deprimente.
El sufrimiento continúa en la siguiente votación, en la que la jugadora 149 ruega a los otros 24 concursantes restantes que elijan terminar el torneo. Cuando una abrumadora mayoría vota a favor de seguir jugando, se suicida ahorcándose. Luego, en el siguiente juego —en el que los concursantes tienen que cruzar un puente estrecho, en el aire, mientras enormes muñecos mecánicos balancean una gigantesca cuerda de saltar por el camino— Gi-hun se hace el héroe y lleva al bebé de la jugadora 222, quien está coja, sano y salvo, pero no puede regresar para rescatarla, y ella decide arrojarse de la plataforma.
En la segunda temporada, Hwang tuvo problemas para equilibrar la trama principal con las tramas secundarias, eso no ha mejorado mucho en la tercera. Los episodios duran aproximadamente una hora cada uno y parecen sobrecargados. Las escenas en las que intervienen Jun-ho y sus lacayos parecen una pérdida de tiempo. Jun-ho tarda cuatro episodios en enterarse de que el capitán le ha estado mintiendo, y cuando por fin llega a la isla, la serie casi ha terminado.
Una línea argumental más lograda sigue a Kang No-eul (Park Gyu-young), una desertora norcoreana que se unió a los juegos en la segunda temporada como una de las guardias en jumpsuit rosa, y luego trabajó de manera independiente para sabotear el negocio paralelo de los otros guardias —la extracción de órganos de jugadores moribundos—, al tiempo que intentaba proteger al jugador número 246 (Lee Jin-wook), de cuya familia se hizo amiga en el mundo exterior. Sin embargo, aunque es divertido ver a No-eul merodear por los bastidores de la isla, aportando su propio estilo de justicia violenta, estas escenas también tienden a interrumpir el flujo de la historia principal.
La última subtrama menor es un retorno a la primera temporada y tiene que ver con ese grupo de vip, que beben, apuestan y ocasionalmente comentan lo que pasa en los juegos o incluso los dirigen. Los vip no aparecieron en la segunda temporada. Su función principal en esta entrega es destacar algunas de las notas sociales más ambiciosas de la serie, sobre cómo las clases privilegiadas pueden estar emocionalmente distantes de la desgracia ajena, e incluso ser simplistas al respecto. (En relación con la apasionada petición de la jugadora 149 de terminar los juegos, uno de los vip la desdeña como “la loca que mató a su propio hijo”).
Sin embargo, los jugadores crean las condiciones que hacen que el juego final sea más emocionante, cuando deciden que la hija recién nacida de la jugadora 222 herede el número de su madre y su parte de las ganancias. Como las reglas del juego final permiten a los supervivientes repartirse la recompensa —siempre que elijan al menos a tres competidores a los que deben eliminar—, la elección a la que se enfrentan los jugadores se vuelve compleja. Debería ser fácil matar a un bebé, ¿verdad? Incluso si Gi-hun protege con fiereza a ese bebé, bueno… son dos jugadores a los que debería ser fácil derrotar. ¿Cierto?
La contienda final es una variación del juego del calamar de la primera temporada: una competencia de empujones en el patio de un colegio en el que pierde cualquiera que sea empujado afuera de una zona predeterminada. Esta vez, los nueve jugadores restantes (el bebé incluido) juegan al “juego del calamar del cielo”, en el que hay tres zonas situadas sobre pilares peligrosamente altos. En cada zona, los concursantes deben elegir a uno o más jugadores para aventarlos a la muerte, antes de pasar al siguiente pilar. Cualquiera que quede al final —después de matar al menos a una persona en la tercera zona, por supuesto— compartirá el premio multimillonario.
No es difícil predecir cómo se desarrollará esto. Cuando el núcleo de la alianza de seis se dé cuenta de que no puede matar a Gi-hun y al bebé de 222 al mismo tiempo (porque si lo hace, uno de los seis tendrá que morir en una zona posterior), pospondrá cualquier decisión sobre ellos dos y, en su lugar, expulsará al único jugador que queda. Pero entonces, en la segunda zona, el jugador 333 admite de repente que es el padre del bebé, y se pasa de la alianza de los seis al bando de Gi-hun, uniéndose a él para ayudar a matar a su competencia. ¿El problema? Matan a demasiados y quedan solo ellos tres —Gi-hun, 333 y el bebé 222— para la zona final. Uno de ellos tendrá que irse.
La última decisión sucede al inicio del final de la serie, y es indicativa en muchos sentidos de cómo el tramo final de El juego del calamar favorece la emoción y la sensibilidad que a la sátira más mordaz de la primera temporada y de los debates éticos reflexivos de la segunda temporada.
Para empezar, el jugador 333 da otro giro inesperado y planea matar primero a Gi-hun y luego a su hijo para ser el único superviviente. Gi-hun logra sacar a 333 de la plataforma y matarlo, pero desafortunadamente lo hace antes de pulsar el temporizador para empezar la ronda, lo que significa que, según las reglas, o él o el bebé tienen que morir. Así que se sacrifica y se tira de la plataforma en una densa y elegíaca cámara lenta.
El gesto parece llegar profundo a In-ho. Cuando su hermano se infiltra finalmente en la isla, el Líder activa un mecanismo de autodestrucción y huye con el bebé. Más tarde entrega el niño a su hermano junto con el dinero del premio de ese torneo, y luego viaja a Los Ángeles para dar lo que quedaba de las ganancias de Gi-hun a su hija.
Hwang lanza una última sorpresa al final de la serie, cuando In-ho ve en Los Ángeles a una mujer bien vestida (¡interpretada por Cate Blanchett!) que parece estar reclutando jugadores para lo que es, presumiblemente, una versión estadounidense del torneo. Quizá esta franquicia continúe, en una nueva locación, con nuevos personajes y quizá con un nuevo equipo creativo.
Por el momento, sin embargo, a juzgar por lo que resultó ser una lenta marcha en la segunda y tercera temporadas, todo el concepto de El juego del calamar puede estar agotado. La indignación general de la serie ante los interminables ciclos de explotación humana sigue siendo mordaz y justa, y el aspecto general de la serie sigue siendo una maravilla. ¿Pero ver morir a cientos de personas cada temporada? Después de un tiempo, como era de esperar, pierde su atractivo.
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